La moneda suelta, ‘cuadragésima’.

Viajar en bus es una asombrosa odisea que muchos millones de limeños emprendemos cada día. De Los Olivos a La Molina, de Comas a San Isidro, de San Martin de Porres a San Juan de Lurigancho y de Santa Anita al Callao se van tejiendo historias de contoneos y malabaristas (equilibristas y trapecistas parafraseando al maestro Kiri Escobar en su profética canción Agüita de azahar). Los buses nuestros de cada día van compitiendo aparentemente por dar el peor de los servicios con exceso de velocidad o de lentitud (los “chantones” que se quedan tres semáforos en rojo en el mismo paradero), exceso de contaminación y otros excesos varios. Pero lo que para algunos es un lugar simplemente de tránsito rumbo a sus casas o a sus trabajos de ida o de vuelta, para otros es SU LUGAR de trabajo. Tenemos a los nunca bien ponderados choferes de increíble habilidad para acumular papeletas de tránsito en su haber (las mismas que nunca pagan), además de muertos y heridos (no es broma); a los cobradores que habitualmente son expertos en pelearse con los pasajeros, pese a que estos son SUS CLIENTES y que a ellos les debe su trabajo; y, por supuesto, los payasitos, expresidiarios sin trabajo, músicos, familiares de gente muy grave (siempre requieren urgente dinero para la medicina y te muestran los papeles del hospital), charlatanes y vendedores (de lapiceros, inciensos, stevia, “libros”,  cortaúñas, tijeras, agendas, colgadores de cepillos de dientes, helados, alfajores, chocotejas, bolas de quiwicha, turrones arequipeños,  caramelos, etc.). A estos personajes es a quienes quiero dedicar este post. La mayoría de ellos son muy amables al momento de repetir su discurso, poco convencidos de sus palabras y probablemente de manera rutinaria, sueltan su perorata que viaja de bus en bus y tal vez de generación en generación; al terminar, aderezan su charlita con una inclinación de cuello y un tono suplicante. Otros en cambio parecen ser el azote de dios sobre la tierra y pareciera que nos amenazan con su historial delincuencial detallado cicatriz a cicatriz en sus brazos o rostros, y la fiereza de sus ojos. ¡Ay de aquellos a quienes se les ocurra no “colaborarle”! No solo te dirán de qué te vas a morir sino cuándo y a qué hora. Lo que esto revela es que nuestro país no esta creciendo económicamente, solo se está hinchando en el lado más favorecido de la sociedad (¡exacto! Los mismos de siempre). Si alguna vez por alguno de los avatares de la vida me veo obligado a subir a algún bus para ganarme la vida, mi discurso será como el que a continuación comparto y que fue escrito hoy, lunes 5 de mayo, volviendo a mi casa desde la Oficina de RRHH de la empresa en que trabajo. Un abrazo para tod@s y “colaborame, pe’s”.

 

LA MONEDA SUELTA 

Aquí tengo chocolates/ chicles, cigarros y fruna. / Por apoyar lleva una: / está todo de remate. / Si el corazón te late / de presunta humanidad, / no pierdas la oportunidad / de apoyarme, varoncito. / Mira que falta poquito / de mi bolsa…es verdad.

Aunque te hagas el loco, / y duermas súbitamente, / tu moneda, de repente, / pueda ayudarme un poco. / Yo tu vida no la toco, / pero mira que da vueltas: / hoy la tienes bien resuelta, / y mañana no lo sabes, / aunque tu conciencia laves / con esa moneda suelta.

No serás rico ni pobre / por darme una ayudita, / pero, en casa, mi hijita / no tiene nada que sobre. / ¿¡Qué te cuesta darme un cobre / o algo para la leche!? / ¡Que mi muerte no la feche / tu insensible corazón! / ¡Dame la mano, remolón! / o ¿quisieras que te *peche?

Así me voy retirando / de este publico servicio. / Ni pa’l té ni pa’ los vicios / en mis manos vas dejando. / Después no te andes quejando, / cuando se roben tus cosas. / Múdate así a la fosa / con la mochila bien llena. / Ya no te daré más pena / yo zafo para mi choza.

 

*pechar significa empujar o arremetar una persona contra otra.

Imagen tomada del blog de Jose Antonio Avalos que puedes visitar aquí.

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